2013 Enero. Revista Hispano Cubana. Nº 43. Madrid ALWIN VAN DER LINDE. ARTE Y DIÁLOGO

Se engaña quien piensa que el realismo, en las artes plásticas, es únicamente apto para retratar un mundo inmóvil. Como tampoco acierta quien certifica que en el realismo no cabe el buen uso de los lenguajes inventados o desarrollados en las primeras y en las últimas vanguardias. Acercarse a la obra de Alwin van der Linde supone, además de un goce estético, el desmantelamiento de antiguos (por más que se hayan disfrazado de modernos) prejuicios.

 

En primer lugar, porque hablamos de un artista multidisciplinar. Desde la pintura a la fotografía digital y desde la composición musical electrónica al videoarte, van der Linde ha experimentado con muchos medios de expresión. Desde el esplendor de la pintura de los Países Bajos y su profundo simbolismo hasta las instalaciones más inmateriales, este artista holandés ha aprendido todas las lecciones.

 

En segundo lugar, porque con ese bagaje y habiendo exhibido su obra por países como Holanda, Bélgica, Francia, Estados Unidos, España, Japón o China, decide instalarse en Montánchez (Cáceres). Allí inauguró el pasado 24 de septiembre un Museo donde ha reunido parte importante de su obra. Podríamos estar tentados de pensar que este artista hace uso, como el emperador Carlos V, de la merecida fama de las tierras extremeñas como lugar de abdicación, retiro y reposo. Nada más alejado de la realidad. Pues antes de que el emperador se recluyera en Yuste, Extremadura gozaba ya de la no menos merecida fama de haber dado hijos para convertir el planeta en un mundo mejor comunicado. Y es de esta última fama de la que van der Lide, como veremos después, es heredero. Pues lo que ha inaugurado es mucho más que un Museo. También nos ha regalado con la Fundación VanderLinde, cuyo objeto es la creación de un foro, procurado por la sociedad civil y colaborando con las instituciones públicas y privadas, para el diálogo cultural entre China y España. Desde 2011, la Fundación ha iniciado un proceso de hermanamiento entre Extremadura y la prefectura autónoma de Dali Bai.

El primero que se ha procurado ese diálogo entre culturas es el propio artista. Basta con ser espectador de sus paisajes chinos para advertir que las lecciones del ultraeuropeo y espiritual Caspar David Friedrich no son incompatibles con las que se reciben de la pintura tradicional china. Pero conviene que detallemos algún ejemplo concreto del hacer de van der Linde.

 

Zheng Banqiao, pintor chino del setecientos, escribió estas palabras para describir los elementos que formaban parte de una de sus obras más afamadas: “El cuadro se halla limitado por el papel y, sin embargo, lo desborda hasta el infinito. En ese cuadro se ven los tallos más que las hojas. No obstante, se adivina, más allá del papel, la presencia  duradera de estas hojas invisibles, vibrantes de viento y lluvia, o cargadas de bruma y rocío.” Pues bien, nuestro artista holandés pinta en 2003 un acrílico sobre tabla que lleva por título LUCES. Se aprecian, en la pintura, dos recipientes de vidrio que contienen agua y los tallos y hojas de unas flores que la composición del cuadro elegida por el pintor no permite ver. Las flores son invisibles. Pero si hay algo que el arte puede hacer visible es precisamente lo invisible. Con gran maestría, van der Linde ilumina los recipientes cargados de agua. Así el juego de luces y sombras que se proyecta sobre la pared retratan la carnosidad, el color, la luminosidad y hasta las formas de los pétalos de las flores que no podíamos ver en un principio. Ver en una parte el todo es una de las mayores conquistas de la filosofía occidental. Saber retratar ese fenómeno es una de las mayores conquistas del arte oriental.

 

Cómo se reúnen elementos en apariencia opuestos, como el agua y la roca, la roca y las nubes, la arena y la espuma, es otro de los logros de este pintor que nunca olvida la profunda espiritualidad que se deriva de extremar la atención frente a los espectáculos y maravillas de la naturaleza. También hay maestría en la utilización de texturas incompatibles en la serie de cuadros en la que aparecen, reflejados en papeles de aluminio, fragmentos de miembros humanos. La utilización de extraños soportes, como chapas de metal onduladas, sobre los que pinta el curso de regueros de agua es otra prueba más de esa búsqueda, oriental y occidental, de la unión de los contrarios.

 

Extremadura es tierra de realismo. Desde Zurbarán a Eduardo Naranjo, los artistas se han sentido cómodos con los procedimientos del realismo para encontrar la espiritualidad. Ese realismo y esa fe llevaron  a miles de extremeños a dispersarse por el universo mundo, ensanchando sus fronteras y dialogando con otras culturas. La Fundación VanderLinde es fruto de esa tradición y del empeño de un artista contemporáneo.

 

A menudo se ha pensado que las personas, y también las culturas, pueden dividirse entre aquellas que prefieren las semillas, o entre las que optan por los frutos, o entre las que se quedan con las flores. Lo raro es encontrar un maestro que, en sus semillas, nos muestre también las flores y los frutos.

 

 Adolfo Álvarez Barthe

 

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