Álvarez Barthe expone su “ TEATRO DE LA MEMORIA” en la Fundación Vela Zanetti
Adolfo Álvarez Barthe tiene muchas cosas que contar a través de su pintura. El artista, como un moderno Homero, gusta de relatar su peripecia vital, su odisea particular, en un largo discurso en el que nos trasladada en el tiempo a fabulosas arquitecturas renacentistas, a oscuras tradiciones cabalísticas, a mundos contrapuestos a los que se sólo llega a través de una doble lectura y gracias a la potente magia de algunos objetos portentosos.
El pintor leonés ha hecho de la Fundación Vela Zanetti, del viejo caserón del Corral de Villa Pérez, el escenario ideal para su Teatro de la Memoria, una exposición que se encuadra dentro de la línea de descubrimiento y apoyo a los artistas leoneses que la institución realiza en los últimos tiempos.
«En el renacimiento un teatro de la memoria estaba formado por maquetas o incluso palacios reales llenos de imágenes y por los que el espectador debía circular a través de un itinerario simbólico para poder penetrar en sus secretos. En este Palacio de la Memoria he pretendido reunir todo el saber unido a la tradición. Una muestra de todos los saberes que la tradición ha almacenado a lo largo del tiempo figura aquí, como si la exposición fuera un diccionario ilustrado. La historia comienza con las imágenes que guardan el arco de entrada a la casa, que representan a la Columna del Rigor y la Columna de la Misericordia, lo que disuelve las cosas y lo que vuelve a formarlas, es como un método de síntesis alquímica»
La primera estancia de este recorrido está integrada por una visión arquitectónica. «Aquí lo que se quiere manifestar, a parte de la belleza propia del arte arquitectónico y de la forma definida, es el sistema proporcional con el que se expresaron desde siempre los artistas, el que nos lleva a las formas correctas. Todos los cuadros tienen ese tipo de proporciones y en todos nacen unas ciertas veladuras, algo así como la representación de una naturaleza que se oculta y que el visitante del teatro debe desentrañar con los ojos y la razón. La contemplación de esta sala produce una cierta ensoñación, una relajante sensación de pereza». La siguiente es la sala de tránsito, la de los pequeños teatros. «Yo estoy convencido de que el arte es una representación y eso es lo que aquí se celebra, el ceremonial del rito». Viene después la explosión de la naturaleza en la sala de Los Jardines. «Un jardín es un sitio donde uno se relaja, donde hay paz. Aquí la naturaleza está ordenada, muy lejos del concepto selva. Nada malo nos puede pasar, aunque también tiene sus peligros, porque en los cuadros se esconden magas peligrosas que son dueñas de jardines donde te tienen entretenido, perdiendo la oportunidad de vivir». Y llegamos a la dependencia de La Épica. «Después de salir de la ensoñación del jardín, donde los sentidos han descansado, donde el cuerpo se ha relajado, se acerca el momento de cumplir la misión que al hombre le ha sido encomendada. Llegamos así a estos cuadros que reproducen algunas escenas épicas protagonizadas, entre otros, por Dante, volviendo a la selva, por Alonso Quijano, creyendo a pies juntillas las fabulosas historias caballerescas de sus libros...». Y llegamos a la última estancia, dedicada a Los Retratos. «Ninguna imagen es perfecta y fuerte sin que amenace borrase, decía María Zembrano. Yo he querido referirme a eso en este último paso de muestra, a lo muy presente que luego se desvanece. Estos son retratos de personas que existen, pero al acercarse a ellos se puede percibir la parte más sensual del arte»
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