Adolfo Álvarez Barthe, el pintor de los símbolos, prepara una exposición sobre Felipe II y su época, además de trabajar en otros proyectos como retratos o piezas de arquitectura
Un gato silencioso y juguetón es el compañero inseparable de Aldolfo Álvarez Barthe. El animal mira con enorme curiosidad el lienzo sobre el que trabaja el pintor, como si intentara descifrar el intricado lenguaje de símbolos que emplea el artista. En su estudio, en su laboratorio de ideas, Barthe mantiene un frenético ritmo de trabajo, tiene por delante importantes exposiciones y, como los pintores de épocas pretéritas, tiene también una larga lista de encargos.
-Se hace difícil pensar que en pleno siglo XXI haya gente que encargue obra a los artistas, que de alguna manera se implique en el mundo del arte y que, además de su dinero, aporte ideas, que se identifiquen con la creación. -No olvidemos que el gran arte se hizo también a base de clientes que dialogaban con el artista. Actualmente estamos viviendo un momento que se parece mucho a las épocas antiguas. Entonces había arte de encargo porque quienes lo encargaban eran cultos, tanto o más que el propio artista. Ahora vuelve a ocurrir, la gente sabe lo que quiere y busca un lenguaje que vaya con sus gustos, un artista que sintonice con él. La mejor formación de los clientes nos ha llevado a este estado de las cosas. En este momento estoy sacando adelante varios encargos, sobre todo de retratos y piezas sobre arquitectura. Son cuadros de gran formato que hay que pensarse mucho. Los encargos tienen algo muy complicado, hay que estar permanentemente en contacto con el cliente, y esto a mí, particularmente, me gusta, aunque es agotador.
-Este planteamiento parece estar reñido con las galerías y con los nuevos conceptos artísticos.
-Creo que no. Hay una cosa enormemente positiva en el arte conceptual. Hay algo muy bueno, por ejemplo, en la actividad del Musac, y es que ha devuelto a la gente el interés por el arte, especialmente por el arte que uno puede tener en su casa para disfrutarlo. La promoción de las nuevas tendencias ha generado mucho interés por el arte, ahora todo el mundo estudia más, la gente está mucho más preparada, con lo cual ya saben lo que quieren. Esto beneficia a todos.
-Sus técnicas pictóricas se basan en los viejos tratados, aunque el resultado final de la obra sea moderno, sea actual, ¿cómo conjuga estas dos posturas que parecen antagónicas?
-Para mí es simplemente una cuestión de supervivencia de la obra. La obra, tiene que aguantar el paso del tiempo, no debe ser efímera. No puede estar pintada con laca de uñas que dura un suspiro, ni debe tener excesivo plomo y sobre todo no debe contener malos materiales. También importa que el procedimiento empleado sea el correcto, las capas de pintura no tienen que ser demasiado gruesas ¿y así aguantará la obra. Yo trato de que mis cuadros lleguen a tiempos futuros con la misma intensidad de color que tienen ahora, que perduren¿ debemos dejar memoria de lo que hacemos. Yo soy un pintor moderno porque es inevitable ser contemporáneo, pero hay que emplear unas técnicas que hagan que esa obra se mantenga en el tiempo.
-Los símbolos están cobrando cada vez más importancia en su obra, mientras que las figuras se esconden más entre la bruma de las veladuras, ¿no teme que caben desapareciendo?
-Eso lo he pensado mucho, mis figuras se están convirtiendo en fantasmas. Uno de los símbolos que más empleo es una barca que transporta una columna ¿y que demuestra que hasta lo más fijo, la columna, también puede moverse. Pienso que vivimos un tiempo en el que todo se mueve y no sé si con tanta celeridad no nos estaremos convirtiendo en fantasmas. Soy un pintor contemporáneo al que le gusta la época en la que le ha tocado vivir y quiero otorgarle esa parte de eternidad, de mito, que debe tener. La cruda realidad es algo que se olvida muy pronto. Los símbolos están más allá de tiempo, es algo que antecede al pintor y al intelectual, es algo que está ya impreso en el inconsciente colectivo. Un símbolo mueve a cualquier ciudadano, en momentos críticos todo el mundo busca un símbolo en el que apoyarse, que le ayude a salvarse. Ahí están la cruz, la barca, la noche, el agua ¿llevan siglos y siglos presentes en nuestro ADN. Lo que si intento es no abrumar con ellos al espectador.
-Además de los encargos hay en el horizonte una exposición importante?
-Sí, será el año que viene en San Lorenzo del Escorial. Se titulará Yo el Rey y en los cuadros que estarán allí habrá referencias, por ejemplo, a la firma de Felipe II. Será una meditación sobre el Siglo de Oro español y sobre ese monarca raro, extraño¿ Los historiadores contemporáneos están diciendo que la leyenda negra no fue tal y que este rey es un personaje bastante más rico, más complejo de lo que se pensó en su momento, que habrá que mirarlo con otros ojos. Yo estoy bastante vinculado al Escorial y será un gusto para mí realizar esta exposición, no tanto el hacerla como el prepararla, recabar información y estar en contacto con ese importante centro de cultura.
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