El artista leonés expone sus obras hasta el día 29 en el Centro Cultural de Caja España
Adolfo Álvarez Barthe no es un artista de nuestra época, ni de ninguna otra. Pintaría lo mismo si hubiera nacido trescientos años antes o si viviera en cualquier capítulo del futuro. Pinta imágenes que él atribuye al acervo de la memoria, pero que son producto de una imaginación desbordante impregnada de poesía y colmada de las historias que emergen milagrosamente de las mismas entrañas de la tierra. «Soy admirador -dice- de Astolfo que destruye los engaños que se han creado para entretener a los hombres y el mismo ignora que es un engaño». Vital y misterioso, meticuloso y heroico, Barthe ha sido capaz de inventar los escenarios de una peculiar arquitectura, en la que viven sus romances pictóricos unos personajes evanescentes que llenan al espectador de incertidumbres. Y ahora, rizando el rizo, ha trasladado su persona a su mundo de temple y tabla, un lugar imaginario por el que pasea indolente. «En algún libro que se ha publicado sobre mi obra aparecen mis manos pero nunca mi rostro. El autorretrato es el fruto de la sugerencia de una persona que ha dicho: ya es hora de que muestres tu cara... y así se ha hecho. Quizá también porque me veo cada vez más conciente de mi poderío técnico, como diciendo: estos son mis poderes, aquí estoy yo.No es vanidad, es constatar una cosa cierta».
Jeroglíficos
La exposición que estos días presenta en la galería de la Obra Cultural de Caja España, en Santa Nonia, es original ya desde su enunciado. «Yo quería un título que fuera un poco denso, hasta el punto de que hubiera gente que dejara de leerlo y se quedara solo con lo plásieroglytico de las letras. Hieroglyphica: Jeroglíficos . Resume una idea que yo he tenido siempre, mis pinturas son emblemas, jeroglíficos, tienen mezclada la imagen y la poesía. Bajo este título he recogido todos los temas que he tratado y los he ordenado en la exposición. Incluso está dividida en secciones formando figuras que también acaban siendo como jeroglíficos. En estas obras se repiten algunos temas anteriores, pero el tratamiento cada vez es más rico técnicamente, porque el universo del temple es infinito. Yo creo que seguiré cumpliendo años y no acabaré nunca de descubrirlo, aún no domino ni la quinta parte». Capiteles clásicos, cúpulas barrocas, dagas, puñales, barcas, columnas... y unos colores enigmáticos que tienen sus porqués. «Es mi mundo y no puedo hacer nada por evitarlo. Yo sólo obedezco, no establezco una manera de pintar. Este colorido extraño siempre digo que en realidad es para significar que represento cosas que suceden dentro de la obra y que no tienen lugar en el mundo que nos rodea. Pertenecen a otra dimensión y por eso tienen un color diferente». Se mantienen las mágicas arquitecturas y, además, hay una serie de héroes que son nuevos y que las están derribando. «Las arquitecturas son totalmente ilusorias y estos héroes están para demostrarnos que de la ilusión no se vive. En la temática de mis cuadros sigue existiendo una cita épica que está basada en los símbolos, yo funciono a través de estos símbolos. Igual que metáforas en poesía hay cuatro, símbolos en artes plásticas hay también cuatro. Por eso hay que seguir usándolos y no abusar de crear más, porque normalmente eso ha dado muy mal resultado tanto en poesía como en pintura, la convierten en algo barroco, inútil... se devalúa el sentido de los verdaderos símbolos».
Lugar: Centro Cultural de Caja España. Santa Nonia, 4. Horario: laborables, de 19.00 a 21.00; festivos, de 12.00 a 14.00. Hasta el 29 de febrero.
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