Adolfo Álvarez Barthe se confiesa súbdito convencido del rey Felipe II. Tanto ir al Escorial y tanto vivir en el pasado, ha hecho que el pintor leonés, que estos días expone en la sala del Auditorio Ciudad de León, se sienta trasladado en cuerpo y alma a un tiempo indefinido y brumoso que discurre entre el Renacimiento y el Barroco. El artista cumple con esta exposición, que ha titulado Índice de Olvidos, sus veinte años de pintor y quiere celebrar el aniversario con una serie de cuadros que cierran una época. “Aunque -comenta el artista- las etapas de mi pintura nunca se cierran del todo, hay periodos de transición, como este, que son sencillamente un escalón más en mi trabajo”. Barthe mira al espectador desde sus cuadros plagados de símbolos, y los contempla con la mirada sorprendida de alguien que vive en otro siglo, y que solamente vuelve a este agitado siglo XXI para comprobar que la vida sigue, aunque contenga mucha menos riqueza que la que él disfruta en su mundo inventado de arquitecturas neoclásicas.
“Durante los últimos veinte años -dice Barthe- en mi pintura se han ido olvidando muchas cosas que se perdieron en el tiempo de una manera un tanto inconsciente. En estos dos últimos años he podido acabar, por fin, los siete grandes cuadros que se pueden ver en el Auditorio. Estas obras son como siete firmes pilares en el resumen de todo lo que pudiera haberse olvidado y no haya quedado reflejado en mi obra. En ellos quedan patentes todos aquellos sucesos pictóricos ignorados que no deben pasar directamente al olvido”.
Barthe pinta como los viejos maestros, con veladuras de temple sobre tabla. “Quiero que mi pintura -dice-sea transparente, fluida, luminosa… es como las capas a través de las que vemos el cielo, como la piel de las personas, que no deja de ser una sucesión de capas. Quiero que quienes visiten la exposición se sientan atrapados y seducidos, que disfruten caminando visualmente por las capas de temple de los cuadros, que los vivan en sus intrincados laberintos disfrutándolos en una especie de aventura loca… pero prudente”.
Haciendo balance de su carrera pictórica, Barthe piensa que estos veinte años “son solamente el principio. No es por el consabido tema de que el artista nunca se siente totalmente satisfecho con lo que hace, que también, es porque la pintura es un medio en el que tarda mucho tiempo en hacerse visible algo. Yo pinto la tradición, pinto los mitos, pinto los fantasmas, pinto cosas que solo se dejan ver muy de cuando en cuando. En mi obra tiene tanta importancia la literatura como la pintura. Yo quiero vivir intensamente este momento para desembarazarme de estos estudios previos y empezar verdaderamente la obra. Quiero ser un pintor que con el tiempo llegue a cerrar el arco de su vida y el arco de su obra. Pretendo desembarazarme del pasado, para comenzar nuevamente sin saber nada, y encontrarme, desde la prudencia, con una nueva aventura”.
Adolfo Álvarez Barthe, es un pintor con profundos fundamentos culturales y esta tarde, a las ocho y cuarto, se los contará a todos aquellos que quieran asistir a su conferencia Presencia de la Pintura, que pronunciará en el salón del Ayuntamiento en la calle de Alfonso V.
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