Desde 1988 en que comenzó en el mundo de la pintura, Adolfo Álvarez
Barhe ha realizado un importante número de exposiciones individuales,
participado en numerosas colectivas y ferias nacionales e
internacionales. Este meritorio bagaje profesional, fruto del trabajo
continuado, ha cristalizado en una personalisima obra basaba en unos
principios conceptuales y formales a los que se mantiene fiel.
Realidad e irrealidad son dos términos opuestos que, sin embargo,
sustentan la obra de Alvarez Barthe. Realidad porque presenta un mundo
de formas reconocibles que provienen de la cultura clásica, del mundo
renacentista, de la iconografía religiosa. Imágenes pertenecientes al
acervo cultural común, filtradas por un espíritu moderno que adopta
los iconos clásicos, se apropia de ellos y los devuelve con una
intención evocadora e interpretativa, nunca de imitación. Irrealidad
porque a fuerza de insistir en lo real, en lo mensurable, crea una
atmósfera de magicismo en la que las imágenes, a las que no les falta
un cierto toque irónico, toman el valor de arquetipos.
Los escenarios favoritos del pintor son aquellos que se atienene a la
armonía numérica renacentista, aunque se observa un creciente interés
por la neutralidad de los fondos, desnudos y simbólicos espacios sobre
los cuales dar protagonismo a la figura humana, soslayando el rigor
de las arquitecturas y perspectivas clásicas. Obra que pierde
racionalidad y gana poesía .