Eolas publica un poemario inédito del gran humanista leonés, ‘Pequeñas cosas para el agua oscura’
El médico leonés Luis Sáenz de la Calzada fue uno de los grandes artistas y escritores de la Edad de Plata española
Son medio centenar de poemas sobre la muerte que Luis Sáenz de la Calzada escribió en los años cincuenta y que ahora aparecen salen a la luz compilados por Adolfo Álvarez Barthe, uno de los mayores estudiosos en la obra del humanista leonés. El libro se titula Pequeñas cosas para el agua oscura y está editado por Eolas. En él, Sáez de la Calzada disecciona todos los prismas desde los que analizar el único resultado cierto de todo el que vive en un sorprendente ejercicio de poesía que va más allá de la postmodernidad, todo un hito para un momento, plena postguerra, en la que la poesía estaba centrada en la cuestión social. Y lo hace de tal manera que los versos encierran un ensayo del memento Mori en el que el autor se embarca para acercarnos a una reflexión que es al tiempo emoción y visión del abismo. Morirse de repente así, sin un suspiro/con aire repentino, morirse de repente/no es morir/no disfrutar del mínimo/momento del traspaso, del salto en el vacío/no es morir: es ir tan sólo al Limbo inmenso de la Muerte.
La modernidad con la que Luis Sáenz de la Calzada aborda el tema del final de la vida es radical. Lo es hasta el punto de resultar rabiosamente contemporáneo e inclasificable. Sí, es cierto que, como dice Gamoneda, tiene tonalidades lorquianas y también que bebe del César Vallejo que alumbró Piedra blanca... y Masa. El cuestionamiento de su propia muerte
Antonio Gamoneda
El poemario tiene además la virtud de contar con un prefacio de Antonio Gamoneda, que realiza un análisis no sólo de la propia obra sino del lugar que el autor ocupa por derecho propio en la cultura española del siglo pasado. Subraya el premio Cervantes. «Del más quieto silencio surge una poesía fresca, inteligente, discreta, cuajada en refulgencias y audacias. El poeta era también pintor y hombre de ciencia. Persevero en la resistencia trivializadora: el polifacetismo. Creo que estamos ante un entrañable ser humano que reunía en una misma pasión todaslas formas de conocimiento a su alcance, que eran muchas. En él, por así decirlo, el conocimiento y la creación, ya fuesen científicos o estéticos, no eran sino estados distintos del mismo crear y conocer; entre éstos, quizá, la poesía fue secretamente privilegiada», destaca el autor de Cecilia.
Y es que se echa de menos una época que se quedó en una simple promesa. O, al menos, añoramos aquella posibilidad de cambiar el paso de España. La Edad de Plata fue un momento pero, sobre todo, un lugar que logró calar en el espíritu de un país entero y Luis Sáenz de la Calzada fue sin duda uno de sus evangelistas. Puede que por esa razón, la hemiplejia de la época no le causara ningún rasguño y eso a pesar de que fue uno de los grandes perdedores de la guerra. Uno de sus hermanos, Arturo, tuvo que exilarse a México y la única razón por la que él se salvó fue la intercesión de Luis Escobar, marqués de las Marismas del Guadalquivir y conocido por sus papeles en La escopeta nacional y Patrimonio Nacional, de Luis García Berlanga. «No se puede olvidar que yo perdí la guerra. Y me tocó perderla aquí, en León. Luis Escobar me salvó la vida en aquellos momentos tan terribles. Dionisio Ridruejo le había encargado la fundación de la Compañía de Teatro Nacional para que recorriera las ciudades y los pueblos representando autos sacramentales. Luis Escobar, entonces, necesitado de actores, me llevó con él a la compañía. Pasado el tiempo alguien de León me aseguró que mi vida se había salvado al haber marchado con Luis Escobar. Por ello, debo considerarle mi salvador».
Cuenta Margarita Sáenz de Miera que su padre debió comenzar a escribir el poemario tras la muerte de Crisanto, su progenitor. «Papá dejó el teatro definitivamente para venir a León a ayudar a mi abuelo en la clínica y ya nunca se fue», explica. Añade que, además, pudo escribir este poemario con el telón de fondo de la conciencia de que la España que él amaba no volvería jamás, que aquel mundo perdido se había desvanecido para siempre. Margarita explica que encontró los originales tras la muerte de su madre, Maruja Zuloaga. «Decidí quedarme con todos los papeles de mi padre y revisando sus cartas y obras encontré el poemario», cuenta. Escrito a máquina, ella y sus hermanas realizaron la tarea de desentrañar las notas al margen hasta terminarlo para la editorial.
Adolfo Álvarez Barthe, especialista en la obra del artista, destaca que una de las cosas que trasluce el poemario es la gran influencia que tiene, el resabio de la Institución Libre de Enseñanza, del espíritu de Giner de los Ríos y recuerda que León fue, junto a Málaga, la provincia con más universitarios en la Casa de Alberto Jiménez Fraud. «No hay que olvidar que Giner de los Ríos y Bartolomé Cossío pasaban los veranos en Villimer», dice.
Barthe destaca que este libro es complementario del anterior y coincide con la hija del escritor en que tuvo que ser escrito tras la muerte de Crisanto Sáenz de la Calzada. «Además, ese año él cumplía 40 y en Luis la numerología tiene siempre su discurso. Si sumas cuatro, el resultado es diez, el 1, volver a empezar. Por eso está la muerte y, desde luego, un nuevo nacimiento porque se habla del niño y de la infancia», subraya.
También refiere el artista que Sáenz de la Calzada llenó el poemario de fósiles para contraponerlo con la infancia, hecha de sustanecia gelatinosa que se diluye y, por lo tanto, nunca se convertirá en reliquia del tiempo. «Hay siete poemas en los que se habla de la descripción y desarrollo del color amarillo. Siempre que pinta un cráneo habla del color amarillo. Y en este libro habla mucho de esta tonalidad», añade. Defiende Barthe que una de las cualidades de los españoles educados en la Institución Libre de Enseñanza es la idea de que España ha tenido una muerte que se repite: «La muerte y la historia de España, el inmenso muerto referido a la recuerrente muerte de los episodios en la historia de España. Cada poco fracasa y se tiene que rehacer», lamenta. Y es que si bien las revoluciones europeas siempre han sido un punto de partido para evolucionar, en España han terminado en fracasos.
Revela que el prólogo de Gamoneda no era para este libro. Se utilizó el que usó de la edición de Ave del Paraíso de Pequeñas cosas para el agua. «Su aportación crítica hace dos cosas: lo vincula a la cuestión técnica de César Vallejo y a qué ocurre con los leoneses que nunca revelan su legado poético: Basilio Fernández y Calzada. Gamoneda se pregunta si no será una constante leonesa».
Por otro lado, Luis Sáenz de la Calzada realiza en el poemario un elogio de las ciencias a través de seis poemas en los que al hablar de muerte lo hace también desde el punto de vista de la fisiología. «Ningún institucionista hace compartimentos estanco entre ciencia y cultura y eso es muy evidente en este libro en el que hay poemas que parecen tratados fisiológicos», dice.
Miguel Riera y Héctor Escobar recuperan para ilustrar el libro cuatro dibujos que son bocetos en los que se ve la vertebración numérica.
Y es que Luis Sáenz de la Calzada conocía la numerología y cómo esta hilvanaba las grandes obras de la literatura como, por ejemplo La Divina Comedia. «La ILE es un poco masónica e iniciática y en todos los comportamientos iniciatícos interviene la numerología», advierte González Barthe.
Así, en los bocetos, el que fuera actor en La Barraca junto a Federico García Lorca hace un sistema proporcional que sostiene a la figura. Invierte algunas extremidades y tiene que ver con mensajes que destila la numerología. «Los bocetos elegidos mantiene detrás la cuadrícula en la que aparece la proporción numérica. Renuncia a la explicación esotérica pero no a la exotérica», defiende el creador y especialista en la obra del residente.
Destaca que hay un poema que se llama Establecimiento de un circuito cerrado en el que también sale Hamlet. En todos los que tienen carácter iniciático lo importante es orientarse. En él todo se orienta para explicar el nacimiento y la muerte.
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