2012 Abril. Revista Hispano Cubana. Nº 42. Madrid NUESTRA SEÑORA DE LA CARIDAD
DEL COBRE.
400 AÑOS

Es curioso. Nos reunimos frente a lo que nos falta. Nos reunimos alrededor de quien nos falta. Es, además, misterioso. Pues quien nos falta, en ocasiones, aparece. Aparece y desaparece. Así que no nos queda más remedio que fijar ese fenómeno de visibilidad e invisibilidad en una imagen concreta, identificable y canónica. Y eso es lo que siempre ocurre con lo que se manifiesta y se revela en las apariciones marianas. La de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, Patrona de Cuba, cuyo cuarto centenario conmemoramos este año, contiene episodios tan singulares que bien merece la pena desentrañar su mensaje.

 

Contamos con un excelente documento para la descripción de los hechos de esta extraordinaria aparición. Uno de sus testigos, Juan Moreno, el negrito de la Caridad, setenta y cinco años después de lo ocurrido y a sus ochenta y cinco años de edad, narró, bajo juramento eclesial, los hechos tal como él los recordaba. No nos importa si la memoria del testigo era floja o no. Ni siquiera reparamos en que la frontera entre un niño y un adulto supone visiones completamente distintas de la realidad. Lo cierto es que su testimonio, reproduzca o no lo que en verdad sucedió, forma ya parte de los episodios que, derivados de la aparición, nos ayudan a descifrar su mensaje.

 

Los hechos son los siguientes: una mañana de 1612, en Bahía de Nipe, Juan Moreno y los hermanos Juan y Rodrigo de Hoyos, niños esclavos de las minas de cobre de la región, navegando en una pequeña embarcación y en busca de sal, avistan algo que parece un objeto blanco. A medida que se acercan suponen que aquel blancor es un pájaro posado sobre unas ramas secas que flotan sobre las aguas. Pero esa imagen, cuando se hace más cercana, se convierte en una Virgen con Niño acompañada de un letrero que reza “Yo soy la Virgen de la Caridad”. Las ropas de la Virgen y el Niño no están mojadas. A pesar de lo intenso de esta visión los niños esclavos no dejan de cumplir con su deber y recogen la cantidad de sal que se les había ordenado. Ya en tierra firme informan de la visión a su superior, el capitán Don Francisco Sánchez de Moya, quien da la orden de volver al lugar de la aparición y recoger la imagen de la Virgen. Se improvisa un pequeño santuario que se ilumina con una lámpara de cobre. Pero se suceden días en los que la imagen sagrada desaparece y vuelve a aparecer con las vestiduras mojadas. Entonces todos advierten, en la lejanía, la intermitencia de unas misteriosas luces y entienden que es allí donde debe construirse el santuario.

 

Hoy podemos venerar su imagen en la Basílica Santuario de la Virgen de la Caridad del Cobre en Santiago de Cuba. Podemos, como los primeros peregrinos, visitar el santuario y volver a nuestros lugares de origen con unas diminutas piedras que suelen depositarse en vasos de agua o en nuestros bolsos y bolsillos con la esperanza de que las partículas del cobre contenido en las piedras se enciendan con su característico brillo.

 

Después de tres siglos de creciente devoción popular, Benedicto XV la proclama  Patrona de Cuba en 1916. Fue coronada el 20 de diciembre de 1936 y Juan Pablo II, en 1998, la vuelve a coronar solemnemente. Este último hecho desata nuevas devociones y es causa, entre otras cosas, de que recientemente la Virgen peregrinara por la isla para hacerse ver por todos sus fieles.

 

La narración de estos hechos debería excitar en nosotros el mismo comportamiento que los devotos de la Virgen cuando se hacen con aquellas pequeñas piedras y las sumergen en un vaso de agua. Deberíamos acabar encontrando en estos hechos el necesario brillo del mensaje que la Virgen Patrona ha querido comunicar a todos los cubanos.

 

María Zambrano (que quizás no por casualidad se llamaba María) quiso pronunciarse en muchos momentos sobre Cuba, a la que consideraba uno de los centros de su vida. “Todavía existen mundos – escribió en la revista Orígenes -, lugares en el planeta donde las cosas y los seres no han sido dominados del todo por el afán de definición, donde aún palpitan asomándose por entre las rendijas del mundo todavía sin cristalizar. La isla de Cuba es uno de esos lugares.”

Todos sabemos que en la Creación, por perfecta que en ocasiones pueda parecer, hay un estar siempre haciéndose. Nada es una forma definitiva. Uno de los aspectos que más llama la atención sobre el fenómeno de las apariciones marianas es que ha ocurrido en sitios y en periodos históricos muy distintos. La Virgen María es también Sofía. Es sabiduría. Es quien doma la ira del Creador, quien completa o anuncia la Creación. Es, en fin, la Reina y Señora de todo lo creado. Aparece cuando los habitantes de un lugar y ese mismo lugar ya están maduros para reconocerse en su Creador. San Pablo, en su Carta a los Romanos, nos dice que “sabemos que todo lo creado gime al unísono hasta el presente y sufre dolores de parto.” Vivir en la historia es clamar por el Paraíso. No será la historia quien nos conduzca al Paraíso. Demasiado bien sabemos en qué acaban todos los diseños de ingeniería social. Pero ahí están las apariciones marianas. Señalan geografías concretas y recursos que sus habitantes pueden explotar sin arruinar el planeta. Algún día habrá de estudiarse la relación entre estas apariciones y la ecología. Cada una a su manera, todas las apariciones marianas ocurren en una mina y revelan el destino que  los hombres pueden ofrecer a un paisaje. Algo de eso se adivina en las imágenes negras de la Virgen en las criptas de tantas antiguas iglesias europeas. En Cuba la aparición fue al aire libre y sus primeros testigos vieron, en primer lugar, un destello de color blanco. Luego creyeron distinguir un gran pájaro sobre unas ramas secas. Demasiados símbolos relativos al cielo y a las alturas. Demasiadas imágenes que aparecen cuando se apodera de nosotros un afán de liberación. Pero es que aquellos niños testigos, como tantas personas entonces, eran esclavos.

 

En las ya muy numerosas apariciones de María, los primeros testigos han sido con frecuencia niños no instruidos. La moderna psicología diría que se trata de un claro ejemplo de que lo que actúa es el inconsciente colectivo. Lo que los niños creen ver no será desmentido por los adultos puesto que las imágenes del inconsciente colectivo (más fáciles de ver para los niños) acaban siempre imponiéndose. Esta intuición de las ciencias psicológicas no invalida que la Virgen, en efecto, se manifestara. En lo relativo a las creencias, la ciencia no tiene más remedio que intentar dar alguna explicación. Empezar por negar las creencias es una auténtica necedad. La fe es incontestable incluso desde la ciencia.

 

Ocurre lo mismo con los símbolos. Hay que tener presente que el símbolo no es un signo. El símbolo actúa por sí mismo y es universal. Lo cierto es que en los momentos de transformación, en los momentos críticos de nuestra vida, ya sea como individuos o como comunidad, una o más imágenes se apoderan de nuestra persona. Es algo inconsciente. No existe un arte de la memoria para recuperar a voluntad esos símbolos terapéuticos. Y, sin embargo, el símbolo nos elige. Es Ella, la Virgen de la Caridad en la bahía de Nipe en 1612, la que elige manifestarse frente a unos niños esclavos. “Por ello – escribe el psicólogo C. G. Jung en Respuesta a Job – cuando en el pueblo existe el deseo de enaltecer a la Madre de Dios, esta tendencia significa, si llega hasta su meta, el deseo de que nazca un salvador, un pacificador. Aunque este salvador ha nacido desde siempre en el pleroma, su nacimiento en el tiempo no puede producirse si no es percibido, conocido y declarado por el hombre.”

 

La historia de Cuba se ha visto iluminada por su Virgen Patrona para percibir, conocer y declarar, una y otra vez, la libertad de los cubanos. La libertad por la caridad. La libertad con el brillo del cobre. Los antiguos alquimistas identificaban el cobre con la diosa Venus. El cobre (Venus) aparecía en el último proceso de la transformación alquímica conocido como rubedo, cuando la materia y cuanto concierne a los humanos estaba preparado para encontrar su vía de salvación. En un soneto a la Virgen, José Lezama Lima se dirige a Ella así:

 

                    Oye: tú no quieres crear sin ser medida.

 

Y, en efecto, Nuestra Señora se deja ver cuando todo anuncia que puede haber medida y justicia.

 

Veneremos a la Virgen de la Caridad del Cobre en este cuarto centenario de su aparición. Roguémosle que ilumine al pueblo de Cuba. En todo ello no cabe la idolatría. Pues nosotros nos reunimos alrededor de quien todavía nos falta.

 

Adolfo Álvarez Barthe

 

 

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