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ILEÓN
LA FRAGUA LITERARIA LEONESA
Manuel Cuenya | 02/05/2019
Álvarez Barthe: “Sáenz de la Calzada aplicó una revolucionaria reforma pedagógica para el progreso de los leoneses”
El artista Adolfo Álvarez Barthe, autor de 'Luis Sáenz de la Calzada. Un ensayo biográfico', confiesa que, entre sus próximos proyectos, está la redacción de su segundo libro sobre Sáenz de la Calzada, en esta ocasión centrado exclusivamente en un análisis pictórico de su obra.
Artista reconocido, no sólo en el ámbito provincial (la Fundación Vela Zanetti de León le dedicó en 2002 una exposición antológica de su obra bajo el título 'El Teatro de la Memoria'. Y el Instituto Leonés de Cultura organizó en 2010 una exposición retrospectiva de su obra con el título de 'Pervivencias'), sino nacional, incluso internacional, pues ha realizado más de 30 exposiciones individuales a lo largo y ancho de la geografía española. Y más de 60 exposiciones colectivas, entre las cuales podríamos destacar algunas en países como Italia y Bélgica, Adolfo Álvarez Barthe ha hecho su incursión asimismo en el ámbito de las letras, dedicándole un ensayo biográfico al ilustre leonés Luis Sáenz de la Calzada, quien fuera toda una eminencia, doctor en Medicina, biólogo, profesor universitario, actor, poeta, además de pintor (como el propio Adolfo Álvarez Barthe), actor o poeta. En realidad, Barthe asegura compartir el mismo imaginario que Sáenz de la Calzada, "compartimos el mismo imaginario. Un imaginario que incluye símbolos y literatura".
Un hombre renacentista, Sáenz de la Calzada, en el que se aunaba tanto el saber científico como el artístico, que tuvo la ocasión de conocer, en la Residencia de Estudiantes de Madrid, a los pintores Moreno Villa y Benjamín Palencia, entre otros. Y a un genio como Lorca, con quien llegaría a trabajar. Pues acabaría enrolado como actor en La Barraca, la compañía teatral que creara el autor de 'Yerma', lo que le permitiría recorrer España. Para luego incorporarse al teatro nacional de la mano de Luis Escobar.
La Residencia de Estudiantes de Madrid, situada en la llamada "colina de los chopos" (según la propia definición del poeta Juan Ramón Jiménez), fue un centro puntero, vanguardista, donde coincidieran la flor y la nata de la intelectualidad española de la época, entre ellos los ya mencionados Moreno Villa, Benjamín Palencia, Lorca y Sáenz de la Calzada, además de Dalí o Buñuel: dos de los más grandes artistas del siglo XX.
En la mítica Residencia de Estudiantes llegaron a dictar conferencias personalidades de relevancia internacional como Einstein, Marie Curie, Le Corbusier, Chesterton o Louis Aragon.
Una figura interesantísima, la de Sáenz de la Calzada, que Adolfo Álvarez Barthe nos acerca de un modo exhaustivo en su libro editado por Eolas bajo la batuta del artista y editor Héctor Escobar, que está apostando fuerte por la literatura leonesa actual.
Agradecemos este trabajo y la labor que ha hecho Álvarez Barthe por mostrarnos a una de las personalidades más relevantes de la cultura leonesa del siglo XX que, aunque relativamente conocido, él le ha dado la relevancia que se merece. Con lo cual, aparte de su excelente faceta como pintor, le dedicamos este espacio literario. Pues este creador leonés también ha ilustrado algunos textos como 'El lenguaje de los pájaros', del poeta místico musulmán persa Farid al Din Attar.
"El polifacético de la Calzada también representó la absoluta y necesaria vinculación de la ciudad (y la provincia) de León con lo mejor que se había reunido en Madrid"
Sáenz de la Calzada, gran talento leonés
Cuenta Álvarez Barthe que Sáenz de la Calzada representa el talento de un gran hombre que proviene de la enorme influencia que la Institución Libre de Enseñanza tuvo en nuestra amada provincia leonesa.
"El polifacético de la Calzada también representó la absoluta y necesaria vinculación de la ciudad (y la provincia) de León con lo mejor que se había reunido en Madrid", afirma Álvarez Barthe, que se siente satisfecho con haber escrito y publicado este ensayo porque de este modo salda una deuda con un gran leonés. Y a la vez se siente deudor, como leonés, de uno de los periodos más importantes de nuestra historia: "el único que aplicó una revolucionaria reforma pedagógica para el progreso de los leoneses", agrega este artista leonés, al que le interesó mucho establecer un marco histórico riguroso porque, ciertamente, la historia de la España contemporánea –aclara él– influye muy poderosamente sobre Sáenz de la Calzada. "También me interesó mucho retratar la recepción de las primeras vanguardias europeas en la ciudad de Madrid y cómo todo eso es trasladado a León", apunta este pintor ilustrado, o filósofo-poeta, que interpreta la realidad, en opinión de Luis García, desde un enfoque intelectualizado, tamizado por la cultura clásica mediterránea.
No en vano, Álvarez Barthe ha vivido durante muchos años en ciudades del Mediterráneo. "Años que marcan las primeras impresiones, las que verdaderamente cuentan. Después, en el recuerdo y en el estudio, he procesado todas mis experiencias para realizar mi pintura", expone Barthe, que en la actualidad vive en León, su ciudad natal, su lugar de trabajo, "la ciudad en la que disfruto de la compañía de algunos (pocos ya) familiares y amigos, y del clima y el cielo que prefiero... Me siento muy orgulloso de pensar que el mejor pintor vivo que conozco sea un leonés: José de León", reconoce Barthe, al que le entusiasma sobre todo la poesía de Antonio Manilla y de Ana Isabel Conejo (poeta a quien hemos tenido la ocasión de entrevistar en esta misma sección).
"Soy católico. Pintando al temple puedo reproducir, con una emulsión, la casi infinita cantidad de capas de color transparente del cielo y de la carne del ser que amamos, que, a su vez, es una emulsión ¿Carne salvada, redimida?"
"Pintor de fuerte carga simbólica, con audacia compositiva, que invita a comprender que existe la trascendencia... puente hacia lo clásico, finura metafísica en el discurso, pervivencias, alma de ilustrador, de esteta, de poeta, de teólogo, de actor, de historiador teleobjetivo...". Así lo definió el poeta y narrador leonés Luis Artigue.
"Sí, claro, soy católico. Pintando al temple puedo reproducir, con una emulsión, la casi infinita cantidad de capas de color transparente del cielo y de la carne del ser que amamos, que, a su vez, es una emulsión ¿Carne salvada, redimida?", se expresa este "artista figurativo, con su paleta como de pintor griego y su perfeccionismo", al que le gustan escritores tan diversos, a la vez que interesantes, como Homero, Dante, Ariosto, Cervantes, los moralistas franceses, Stendhal, Tolstoi, Nietzsche, Proust, Thomas Mann o Simone Weil.
Entre sus próximos proyectos literarios, confiesa que le han encargado un segundo libro sobre Sáenz de la Calzada, en esta ocasión centrado exclusivamente en un análisis pictórico de su obra.
Entrevista breve a Adolfo Álvarez Barthe
"Me creo un contemplador pasmado y alegre"
¿Qué libro no dejarías de leer o leerías por segunda vez?
'La Divina Comedia' de Dante
Un personaje imprescindible en la literatura (o una persona en la vida).
Mis padres y el stendhaliano Fabrizio del Dongo.
Un autor o autora insoportable (o un libro insoportable).
Cuando hablo de literatura no lo hago más que de sus logros.
Un rasgo que defina tu personalidad.
Me creo un contemplador pasmado y alegre.
¿Qué cualidad prefieres en una persona?
La bondad.
¿Qué opinión te merece la política actual? ¿Y la sociedad?
En un mundo cambiante la política actual no cambia. La sociedad sí cambia y supongo que encontrará caminos para gobernarse.
¿Qué es lo que más te divierte en la vida?
Comer, cenar e incluso desayunar con familiares y amigos.
¿Por qué escribes?
Porque me lo piden. No lo haría si no fuera así.
¿Crees que las redes sociales, Facebook o Twitter, sirven para ejercitar tu estilo literario?
No.
¿Cuáles son tus fuentes literarias a la hora de escribir?
La tradición.
¿Escribes o sigues algún blog con entusiasmo porque te parezca una herramienta literaria?
Nunca.
Una frase que resuma tu modo de entender el mundo.
Creo en todo lo que no es mundo.
Delhy Tejero y Saénz de la Calzada: doble rescate
Artes&Letras
BRUNO MARCOS 01/03/2019
Dos publaciones de Eolas Ediciones rescatan la figura de los pintores Luis Sáenz de la Calzada y Delhy Tejero.
Ambas permiten conocer el relato de una época en la historia reciente de España que se ha mantenido opaca, la de los creadores que se educaron antes de la guerra y tuvieron que vivir después de ella
Coinciden en la mesa de novedades dos libros de la editorial leonesa Eolas que rescatan a dos pintores que vivieron el siglo XX español intensamente, desde los iniciales años de agitación, llenos de cambios políticos y culturales, hasta el final del franquismo, pasando por la guerra y la postguerra. Se trata de la biografía de Luis Sáenz de la Calzada (León, 1912-1994), realizada por el también pintor Adolfo Álvarez Barthe, y de los diarios de Delhy Tejero (Toro, Zamora, 1904-Madrid, 1968), en edición que ha estado al cuidado de Tomás Sánchez Santiago y María Dolores Vila Tejero.
Ambos artistas vivieron su madurez en la España de la postguerra pero se formaron en el periodo anterior, es decir en la España inquieta de los primeros treinta años del siglo pasado.
El trabajo de Adolfo Álvarez Barthe nos presenta la aventura vital de Luis Sáenz de la Calzada, que llevó a cabo sus estudios en el proyecto de reformas educativas de raíz krausista propuestas por la Institución Libre de la Enseñanza. Calzada fue inquilino de la histórica Residencia de Estudiantes y miembro de la mítica compañía teatral La Barraca, dirigida por Federico García Lorca. De esta experiencia dejó testimonio en un libro que apareció en 1976 -publicado por la Revista de Occidente y reeditado en 1998 por la Residencia de Estudiantes y la Fundación Sierra Pambley- en el que plasmó sus vivencias en esos años universitarios con La Barraca, elaborando un relato de primera mano del tiempo inmediatamente anterior a la contienda civil de 1936 y, también, un interesante documento sobre la cultura, el teatro y la juventud de aquel periodo. Un libro que añade además las reflexiones de un hombre de más de sesenta años que se veía superviviente de una guerra y de un tiempo irrecuperable.
Sáenz de la Calzada desarrolló, después de la guerra, el resto de su existencia de forma callada en el franquismo, primero trabajando en el Teatro Nacional, rescatado por Luis Escobar para representar autos sacramentales, y luego volviendo a su ciudad natal para ejercer durante décadas la estomatología, sin dejar nunca de pintar y mostrar interés por las humanidades y las ciencias hasta morir en los primeros años noventa, ya bien asentada la democracia.
Su arte quedó adherido a las vanguardias que había conocido en los albores del siglo, tanto es así que aparece en el Diccionario de las Vanguardias en España, apuntando su autor, Juan Manuel Bonet, que Sáenz de la Calzada no produjo obra en el periodo que el libro estudia, pero sus cuadros, de cuatro o cinco décadas después, siguieron siendo los de un hombre de los años treinta. Pinturas oníricas casi siempre, arlequines, ángeles, figuras fragmentadas, fantásticas o durmientes en parajes solitarios, dalinianos o como los de Giorgio de Chirico.
Delhy Tejero, nació ocho años antes que Calzada y eso le permitió observar desde el principio los movimientos tectónicos que en el arte se produjeron al comienzo del siglo pasado en Europa. Se educó en Madrid, en la Escuela de Señoritas, equivalente femenino a la Residencia de Estudiantes fundada por la institucionista María de Maeztu para fomentar la formación universitaria entre las mujeres. Enseguida vio la necesidad de viajar: Tánger, Florencia, Capri, Bruselas, Roma, Nápoles, París… De la mano de Óscar Domínguez entró en contacto con el núcleo central de los surrealistas parisinos de Breton y expuso con Klee, Miró, Chagall, Man Ray, Max Jacob o Remedios Varo entre otros. También tuvo que vivir en un país muy distinto al que vio arrancar con el siglo una vez desencadenada la guerra civil, incluso así siguió trabajando junto a los artistas que, pese al aislamiento cultural de la dictadura, continuaron observando lo que ocurría en la escena internacional y trasladándolo a su obra, como Saura o Miralles.
Tomás Sánchez Santiago presenta los diarios de Delhy Tejero advirtiendo que no nos enfrentamos a una obra literaria concebida como tal, sino a un conjunto de escritos espontáneos y privados que no fueron redactados para su publicación. Es esto precisamente lo que les confiere una gran libertad y son un documento excepcional para conocer la sicología de una mujer que, naciendo en el medio rural de principios del siglo XX, fue artista y viajó sola por el mundo. «Lo único que siento -escribe Delhy en uno de los momentos más conmovedores de sus diarios- es el deseo inmenso de vivir. Esta gana, esta sed insaciable de todo. Que no se me llena. Deseo amar mucho, todo me gusta, tengo muchas ganas de cosas, de todo. (…) Es malo ser mediocre en todo pero serlo en arte es insoportable. (…) Siempre tan desordenada, sin estudio, sin nada, rodando de patrona en patrona, con desconfianza de todo el mundo (…) bastante he conseguido, hay que ver lo que significa poder estar sola en el extranjero».
Un camino hacia la soledad
La vida de Delhy desde que volvió a Madrid y hasta su fallecimiento fue un camino hacia la soledad. Su personalidad hiperestésica la hizo cada vez más ensimismada y fue acusando el paso del tiempo. Alojada en su estudio del centro de Madrid asistía a las tertulias del café Gijón observando como la fuerza vital de las vanguardias quedaba primero muda en el franquismo y luego daba paso a banales modas artísticas.
El acercamiento actual a estas figuras, como las de Sáenz de la Calzada y Delhy Tejero, ha de hacerse en la dirección que plantean estos dos libros, desde lo biográfico hasta la obra y no al revés; no deben analizarse exclusivamente como artistas de una etapa concreta de la historia, porque seguramente sea ya tarde para descubrir sólo su pintura. Hay que aproximarse a ellas como a personalidades cuya biografía de artistas relata una época que ha quedado opaca, la época oscurecida en la que vivieron los creadores que se educaron antes de la guerra y tuvieron que vivir después de ella, los que no murieron en el frente, los que no se exiliaron, los que no fueron a prisión pero tampoco la ganaron.
Sus figuras se prestan a ser interpretadas más allá de un análisis convencional de su obra.
LUIS SÁENZ DE LA CALZADA:
Un ensayo biográfico
Diciembre 13, 2018 por Think in Spanish
En la Residencia de Estudiantes de Madrid el lunes 10, y en la biblioteca Azcárate de la Fundación Sierra Pambley de León el jueves 13 de diciembre, se presentó el ensayo sobre Luis Sáenz de la Calzada, escrito por el también pintor leonés Adolfo Álvarez Barthe.
No podrían haber sido otros los escenarios elegidos, teniendo en cuenta la vinculación del artista leonés con las dos instituciones, tan determinantes ambas, en su formación.
El ensayo de Barthe aborda con habilidad todas las aristas de la vida y la obra de Calzada pero, sobre todo, contextualiza su figura. De este modo, la lectura de este libro sumerge al lector en un recorrido intelectual que va desde el nacimiento de la Institución Libre de Enseñanza y su influyente Krausismo pedagógico hasta la muerte de Sáenz de la Calzada en 1994, pasando, desde luego, por los años fundamentales de la Residencia de Estudiantes donde formó parte de la que fuera la generación de creadores e intelectuales más brillante y fecunda del siglo XX español; el periodo de escenógrafo y actor en La Barraca de Lorca, la posguerra en el Teatro Nacional y los largos años del franquismo, a propósito de los cuales, se ha hablado del “exilio interior” de Calzada, no sin cierto reduccionismo, que Barthe nos aclara.
Álvarez Barthe construye su ensayo biográfico sobre Calzada en torno a tres ejes; a saber: la cronología vital, el contexto histórico artístico y las primeras vanguardias a las que se adscribe su obra y la simbología del lenguaje pictórico de Calzada.
A partir del primero, conocemos que Calzada fue pintor, actor, médico estomatólogo, biólogo, profesor de universidad y poeta, es decir, artista y científico, y tan poliédrica y humanista personalidad no dejó de ser productiva nunca. Ni siquiera renunció a su compromiso social, que por razones obvias no pudo ser político, durante los años de la dictadura de Franco.
De acuerdo con el segundo , sabemos que, en la Residencia de Estudiantes, Calzada estudió, conoció y tomó contacto con artes y ciencias, con tradición y vanguardia. Y de las primeras vanguardias, aunque se reconocen en su pintura casi todas o su particular realización de todas-escuela de Vallecas, cubismo, surrealismo… -es la Pintura Metafísica a la que mejor se alinea su lenguaje de pintor que fue, además, científico.
Finalmente, a través del tercero de los ejes que articulan este ensayo, nos adentramos en los símbolos recurrentes en la pintura de Sáenz de la Calzada: arlequines, ángeles, rostros de mujer, animales, durmientes… Barthe nos guía para reconocerlos e interpretarlos en la pintura del artista, y de nuevo, desde la tradición de la que forman parte.
Podríamos decir que, formalmente, esos tres ejes vertebran una geometría sin fisuras en la que narración, argumentación, erudición y exhaustividad de fuentes y citas dan sus frutos en un ensayo de extraordianario rigor intelectual. Dicho ensayo biográfico conforma el relato esencial sobre Luis Sáenz de la Calzada, y por ende, es imprescindible también cuando de los que se trata es de acercarse a las vanguardias artísticas de la primera mitad del Siglo XX español. Y en aquellas partes en las que el discurso fluye en clave de metáfora, es, además, excepcional y brillante. Quizá sea porque lo que sustenta este libro es un “diálogo” profundo entre pintores que han sido llamados ambos a ser “correas de transmisión”, es decir, cuando “importa lo que se recibe, cómo se recibe y, después, lo que se destila”.
Álvarez Barthe, A. (2018). Luis Sáenz de la Calzada: un ensayo biográfico. León, Eolas Ediciones.
El silencio de Luis Sáenz de la Calzada
Fue profeta de lo moderno. Digno representante de la ‘Generación de Plata’, como ‘hijo’ de la Institución Libre de Enseñanza y de la Residencia de Estudiantes, amigo y colaborador de Lorca, el polifacético médico, poeta, pintor y actor Luis Sáenz de la Calzada sigue siendo un gran olvidado. El artista Adolfo Álvazez Barthe le saca del injusto olvido en un libro…
10/12/2018
VERÓNICA VIÑAS | DIARIO DE LEÓN
La Residencia de Estudiantes era entonces una ‘cátedra’. El ‘faro’ de una España brillante como no lo había sido en décadas, quizá siglos. Un tiempo en el que León estuvo en la vanguardia. Luis Sáenz de la Calzada fue uno de sus alumnos brillantes. Olvidado en su tierra, en un León siempre tan cainita, el Centro Leonés de Arte (CLA), bajo el título El humanismo renaciente, le dedica ahora una retrospectiva, de la mano del también artista leonés Adolfo Álvarez Barthe, que esta tarde presenta en la Residencia de Estudiantes, a las 19.00 horas, el libro que dedica al compañero de Lorca en aquella experiencia excepcional que fue el teatro de La Barraca.
Luis Sáenz de la Calzada. Un ensayo biográfico no es una hagiografía sobre el polifacético médico, pintor, actor y poeta, sino un homenaje a la llamada ‘Generación de Plata’, con Dalí, Buñuel o Lorca como máximos representantes, truncada con el golpe de Estado de 1936 y exterminada con el franquismo atroz, intolerante y yermo. Barthe presenta también el libro en León el jueves, a las 20.00 horas, en la Fundación Sierra-Pambley.
«El personaje es complejo y estuvo muy callado», dice Álvarez Barthe sobre Sáenz de la Calzada, tras superar incontables trabas para ahondar en la personalidad de un intelectual que fue silenciado por la fuerza de la dictadura.
El libro, como muchas buenas historias, fue fruto de la casualidad. El director artístico del Instituto Leonés de Cultura (ILC), Luis García, hombre discreto y gran promotor cultural de la ciudad, le pidió a Álvarez Barthe que diera una conferencia con motivo de la donación del ‘legado’ de Sáenz de la Calzada por parte de sus hijas. Tras la conferencia, tanto Luis García como el editor Héctor Escobar (Eolas), le animaron a darle forma de libro. «Ha sido un trabajo muy gratificante, porque me ha permitido no sólo adentrarme en el personaje, sino ver muchas facetas de León», confiesa el autor.
Sáenz de la Calzada tuvo una vida, sin duda, de novela. Nacido en 1912 en el seno de una familia progresista, se formó imbuido por las ideas de la Institución Libre de Enseñanza y, como la mayoría de sus hermanos, tuvo la suerte de conocer uno de los mejores centros de creación e intercambio científico y artístico de Europa, la Residencia de Estudiantes, un lugar con una intensa actividad cultural y científica que acogió conferencias de las personalidades más brillantes de la época, como Einstein, Paul Valéry, Marie Curie, Stravinsky, Keynes, Calder, Gropius o Le Corbusier,
Por la ‘colina de los chopos’, como bautizó Juan Ramón Jiménez a la Residencia de Estudiantes, pasaron más de 40 leoneses. Fue una extensión lógica de la Institución Libre de Enseñanza, que tuvo en León su principal ‘centro de operaciones’. De hecho, sus fundadores, Francisco Giner de los Ríos, Gumersindo de Azcárate y Manuel Bartolomé Cossío, se reunían periódicamente en León.
A Sáenz de la Calzada Federico García Lorca le cambió la vida. Barthe dibuja el paisaje y el contexto que vivirá el alumno leonés en la Residencia de Estudiantes. «Federico tenía doce años más que yo. Cuando lo conocí, él ya había terminado sus estudios e iniciaba yo mi vida de estudiante de Medicina», contaba Sáenz de la Calzada, el único leonés que estuvo con el autor de Bodas de sangre en la emblemática compañía teatral La Barraca durante cuatro años, entre 1932 y el estallido de la Guerra Civil. Para Barthe, estos años son cruciales en la estética de Sáenz de la Calzada. «Sus cuadros», asegura, «parecen bocetos para teatro». El artista leonés llegó a pintar también algún decorado para Buñuel, que al final sufriría un largo exilio en México junto a su arquitecto Arturo Sáenz de la Calzada, hermano de Luis.
Chocolate con Lorca en León
«El teatro», según Álvarez Barthe, insufla en el médico leonés «una pasión infinita por todas las artes. «En 1933 estuvimos actuando en León. Representamos Fuenteovejuna y La tierra de Alvar González. Dormimos en el Hotel París y, a la mañana siguiente, al bajar a desayunar, Federico (García Lorca) pidió con toda seriedad a la señorita que nos sirviera ‘un chocolate chorpatélico, con un poco de ronronquelia’. No es difícil de imaginar la cara de la pobre camarera», contaba Sáenz de la Calzada.
La mayor parte de los intelectuales de su época que no perecen en la guerra tendrán que buscar refugio en otros países. A Luis Sáenz de la Calzada le salva Luis Escobar, marqués de las marismas del Guadalquivir y conocido por sus papeles en La escopeta nacional y Patrimonio Nacional, de Luis García Berlanga. «No se puede olvidar que yo perdí la guerra. Y me tocó perderla aquí, en León», contaba. «Luis Escobar me salvó la vida en aquellos momentos tan terribles. Dionisio Ridruejo le había encargado la fundación de la Compañía de Teatro Nacional y que había pedido que recorriera las ciudades y los pueblos representando autos sacramentales. Luis Escobar, entonces, necesitado de actores, me llevó con él a la compañía. Pasado el tiempo alguien de León me aseguró que mi vida se había salvado al haber marchado con Luis Escobar. Por ello, debo considerarle mi salvador».
Sáenz de la Calzada, que llegó a licenciarse en Biología y aprendió alemán para poder leer a los filósofos germanos, llevó a cabo con ironía un singular estudio de la mandíbula de San Juan Bautista que se preserva en San Isidoro. Álvarez Barthe considera fundamental «poner en valor a un imprescindible de León». Le sorprende que, tras numerosas entrevistas, «nadie me ha hablado mal de él». Sáenz de la Calzada fue fundador del CCAN en los setenta, un club que, además de amante de la naturaleza, era lugar de intercambio de libros prohibidos y donde se fraguaron los cuadros del aún no legalizado Partido Comunista.
Sáenz de la Calzada, que no ha tenido un reconocimiento a la altura de su talento, confesaba al filo de los 76 años: «Ya no me llaman como antes, pero tengo dos conferencias este verano. Por ahora, no me han marginado. Quien no tenga una vida interior, quien no tenga bastante con la soledad para sobrevivir, se encontrará arrinconado».
Referente cultural de la segunda mitad del siglo XX en León, la obra de Sáenz de la Calzada ha sido poco exhibida. Toda su obra, desde la más metafísica a la surrealista, representa el propio exilio interior del artista.
Joaquín Revuelta | 13/12/18 LNC de león
Adolfo Álvarez Barthe:
"No hay cuadro suyo que no tenga tintes literarios"
El comisario de la exposición sobre Luis Sáenz de la Calzada que acoge el CLA presenta este jueves un ensayo sobre su figura en la Fundación Sierra Pambley
La poliédrica figura del leonés Luis Sáenz de la Calzada es analizada por Adolfo Álvarez Barthe en el libro ‘Luis Sáenz de la Calzada. Un ensayo biográfico’ (Eolas ediciones), que el pasado lunes era presentado en la Residencia de Estudiantes en Madrid y este jueves, a partir de las 20:00 horas, tendrá su puesta de largo en la Biblioteca Azcárate de la Fundación Sierra Pambley de la capital leonesa, en un acto en el que el autor estará acompañado por la historiadora del arte Koré Escobar y por el editor de Eolas, Héctor Escobar. La edición de este libro sirve de complemento a la exposición retrospectiva ‘Calzada. El Humanismo Renaciente’, comisariada por el propio Álvarez Barthe y por Luis García, director del Departamento de Arte y Exposiciones del ILC, que desde el pasado 23 de noviembre y hasta el 20 de enero de 2019 puede visitarse en el Centro Leonés de Arte.
Álvarez Barthe comenta que cuando recibió el encargo de comisariar la exposición lo primero que pensó es que una figura tan poliédrica como Luis Sáenz de la Calzada era muy difícil de representar en una exposición. «Lo bueno es que él sí tiene varios ejes conductores en toda su vida. El primero es que este hombre viene de lo que entonces fue un León muy influido por la Institución Libre de Enseñanza. Él nace en el seno de una familia contagiada de entusiasmo institucionista. Su padre envía a sus siete hijos a la Residencia de Estudiantes en Madrid y allí reciben todo el gran legado del institucionismo. Entonces aquello estaba dirigido por Alberto Jiménez Fraud y allí conoce a Bartolomé Cossío, gente muy vinculada a León además, porque la Institución Libre de Enseñanza –por eso esta exposición también es necesaria– tuvo una enorme presencia en la provincia, hasta el punto de que el mayor número de alumnos que recibe la Residencia de Estudiantes en Madrid pertenece a la provincia de León», sostiene Álvarez Barthe, que recuerda que la Fundación Sierra Pambley es de inspiración institucionista y que Sáenz de la Calzada es en realidad «una correa transmisora al recibir y posteriormente destilar todos esos valores del institucionismo».
Portada del ensayo sobre Sáenz de la Calzada. | EOLAS EDICIONES
El comisario junto a Luis García de la exposición ‘Calzada. El Humanismo Renaciente’ y autor de la publicación que este jueves se presenta en la Biblioteca Azcárate de la Fundación Sierra Pambley está convencido de que no solo se le debe a Luis Sáenz de la Calzada esta amplia retrospectiva de su obra sino que «todos debemos sentirnos herederos y deudores del probablemente mejor León que ha existido, y no estoy hablando de un León poseedor del Grial, de un León fantasioso y fabulesco, sino de un León histórico y real, truncado por la Guerra Civil, pero luego sostenido muy dignamente por las personas que intervinieron en aquel proyecto. Si queremos ser herederos de algo bueno es sobre todo de esto, por eso creo que desde los medios de comunicación debéis dar la relevancia que merece no tanto la exposición como el personaje, porque es nuestro único vínculo con probablemente la única época en León donde se vivió una reforma pedagógica revolucionaria», asegura.
El autor del ensayo reconoce que todos los hermanos de Luis Sáenz de la Calzada se vieron igualmente imbuidos por el espíritu institucionista. «Arturo Sáenz de la Calzada, al que León también le debe una gran exposición, entre otras cosas porque fue Premio Nacional de Arquitectura en 1935, se vio obligado a exiliarse en México y allí fue el artífice de los decorados de las películas que Luis Buñuel realizó en ese país. Ya digo, es una familia de sello institucionista, en la que unos se vieron abocados al exilio y en el caso de Luis, después de estar en La Barraca, pudo enmascararse en el Teatro Nacional, al que le llama Luis Escobar, y desarrollar su labor como actor profesional hasta 1948».
Preguntado por qué campo de los muchos que cultivó Sáenz de la Calzada en vida merece ser recordado, Álvarez Barthe remite a una afirmación del polifacético personaje que reconoce que nunca renunciaría a ser pintor. «Él aprende pintura con José Moreno Villa en la Residencia de Estudiantes. Moreno Villa era pintor, bibliotecario, archivero y hombre muy obsesionado con los emblemas. Esa faceta emblemática la recoge de Moreno Villa Luis Sáenz de la Calzada, por lo que no hay cuadro suyo que no tenga tintes literarios», reconoce el comisario de la muestra, que del mismo modo asegura que en la literatura de Sáenz de la Calzada «hay tintes pictóricos y también científicos».
Sobre el ensayo publicado por Eolas Ediciones que fue presentado el pasado lunes en la Residencia de Estudiantes, su autor se mostró muy satisfecho de que le acompañara en el acto en Madrid Ana María Arias de Cossío, catedrática de Historia del Arte de la Universidad Complutense de Madrid y presidenta de la Fundación Jiménez Cossío. La elección de la Fundación Sierra Pambley para la presentación de este jueves en León está más que justificada, «no solo por su estrecho vínculo con la Institución Libre de Enseñanza sino también por el hecho de que Sáenz de la Calzada fue vocal cuando la Fundación recuperó la facultad para nombrar su patronato, no el secuestrado en el año 1936», comenta Álvarez Barthe, que también quiere destacar el hecho de que Luis Sáenz de la Calzada fue el primer presidente que tuvo el CCAN, «que entonces servía sobre todo para intercambiarse libros prohibidos y organizar los cuadros del Partido Comunista, porque él también tiene detrás una importante labor política».
Barthe desvela en un ensayo biográfico la poliédrica personalidad de
Sáenz de la Calzada
tamtampress 13 de diciembre de 2018
Por CAMINO SAYAGO
El pintor Adolfo Álvarez Barthe rescata del olvido a uno de los grandes humanistas que ha dado la ciudad de León, Luis Saénz de la Calzada, en un libro publicado por Eolas que se sumerge en su poliédrica biografía. La editorial eligió para su presentación la mítica Residencia de Estudiantes (Madrid), de la que el intelectual leonés fue alumno. Ahora la cita se traslada a la Biblioteca Azcárate de la Fundación Sierra Pambley (León), de la que fue patrono en la restauración democrática. Será este jueves 13 de diciembre, a las 20:00 horas.
‘Luis Saénz de la Calzada, un ensayo biográfico’. Es el título de este trabajo de investigación del pintor Adolfo Álvarez Barthe con el que busca resaltar la poliédrica personalidad del artista leonés, justo a un cuarto de siglo de su muerte y a través de 24 aproximaciones a su obra y persona, que desvelan muchas de sus desconocidas facetas. Para Barthe, este es el punto de partida de su inmersión en este personaje imprescindible en la historia de León y que le ha llevado a plantearse su relación con la vanguardia, tanto nacional como internacional, la Institución Libre de Enseñanza y la Residencia de Estudiantes. “Entrevistando a quienes lo conocieron y trataron, uno advierte que formó parte de muchos de los herméticos círculos culturales de la ciudad de León que suelen negarse los unos a los otros. En ese sentido, Calzada representaría el papel mediador entre tantas incomunicables facetas del diamante cultural que es nuestra provincia”.
Calzada frecuentó la madrileña Residencia de Estudiantes; formó parte, dirigido por Federico García Lorca, del elenco de actores de La Barraca; se sumó a las vanguardias que, durante los años veinte y treinta, se ensayaron en Madrid; sobrevivió, enmascarado en el Teatro Nacional, a la Guerra Civil y a una dura posguerra; y durante el franquismo se convirtió en un poeta secreto. “Su papel al final del franquismo fue determinante. Nombrado primer presidente del CCAN a principios de los setenta, defendió los intereses ecológicos de la provincia leonesa a la vez que organizó un eficaz circuito de préstamo de libros entonces prohibidos y promovió el ordenamiento de los cuadros directivos de los partidos de izquierdas”, detalla Barthe.
Además Luis Saénz de la Calzada practicó la odontología y el magisterio universitario en León, ciudad en la que ejerció sus muchas vocaciones mientras preparaba el camino de la transición democrática.
“El estudio de su figura pone en evidencia las fórmulas narcotizantes de otros estudios, como el del Santo Grial, que no tienen nada de históricos, mientras que la gestión de la Institución Libre de Enseñanza (demonizada durante la guerra civil y el franquismo nacional católico) revolucionó pedagógicamente nuestra provincia. Cada cual elija el León del que quiere o se siente deudor”.
El libro, publicado por la editorial Eolas con la colaboración de la Diputación de León, se presentó en Madrid el pasado 10 de diciembre, en la mítica Residencia de Estudiantes lugar en el que Calzada nació para el conocimiento y para las artes. En esa ocasión Barthe estuvo acompañado por Ana María Arias de Cossío, Catedrática emérita de Historia del Arte de la Universidad Complutense de Madrid. En León, contará con Koré Escobar, responsable del Departamento de Registro del MUSAC.
Algunas claves de su obra
En la obra de Saénz de la Calzada, como en su personalidad, afloran las experiencias vitales que marcaron toda su trayectoria. Y una de ellas fue su paso por el Teatro Nacional (como actor y escenógrafo profesional) durante la inmediata posguerra, vital para entender algunas de las claves de su pintura. “En esta etapa colaboró con los grandes figurinistas de la época (todos escondidos y enmascarados en la compañía teatral dirigida por Luis Escobar): José Caballero, Víctor Cortezo y Juan Antonio Morales”.
Su interés y curiosidad por los descubrimientos científicos también fueron fundamentales para enriquecer su discurso. “ No descuidó jamás el estudio de las novedades de la ciencia, sobre todo lo que concierne a la Biología y a la Física, con lo cual su lenguaje artístico, si bien anclado en las vanguardias de los años veinte y treinta, evolucionó para poder ilustrar las teorías de la relatividad de Einstein y la de incertidumbre de Heisenberg”.
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